Tomé aire y lo expulsé como pude, mirando con impaciencia a la chica que tenía frente a mí.
Estaba algo consternada, como era de esperar, así que dejé que se tomase su tiempo y bebí un sorbo de café, mirando por la ventana de la cafetería. Mi mente volaba a través de aquellos cristales, pero para mi sorpresa, no hacía más que dar vueltas para ir a parar al mismo sitio: Julia, la camarera desconocida, a la cual acababa de contarle el trascurso de los peores días de mi vida.
La miré, impaciente y al ver que me miraba asustada temí que pensara que era un obseso maníaco.
- ¿Qué te ocurre? Di algo, por favor...
-Es que...yo... bueno, tú....-Era la primera vez que la oía titubear. Me levanté.
- No quiero incomodarte, Julia, me iré.- Pero antes de que a la gente le diese tiempo a ver cómo me levantaba, la chica me cogió la mano y me indicó que me volviese a sentar, con una mirada.
-No quiero que te vayas, no me incomodas. Es solo que...Has sufrido tanto, Mario. No me hago una ligera idea, y sin embargo, a pesar de que mi presencia te hace recordar ese dolor y esa sensación de pérdida, vienes a verme.- La miré sorprendido. En vez de tomarme como un loco obsesionado por ella, ¡estaba preocupada por mí!
-Verás Julia, aunque me duela recordarla, aún necesito sentirla, y la siento sobre todo cuando tú estás cerca. Por eso, en cierto modo...Te necesito cerca.- No podía creer que estuviese diciendo eso. Ella sonrió, tomó lo último que quedaba de su café, y me cogió de nuevo de la mano levantándose y tirando de mí hasta la puerta.
-¿Y la cuenta?.-Pregunté.
-Yo aquí no pago. Vamos a algun sitio bonito, por suerte, son los únicos con pase gratis.- Julia rió y se abrazó a mi cintura. Yo rodeé sus hombros con mi brazo y sonreí, caminando despacio hacia el coche y deseando no llegar nunca, temeroso de perder el calor que sus brazos me proporcionaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario