Cada noche volvía al bar donde la vi por última vez. Me sentaba en la barra y pidiendo un whiskey doble esperaba verla aparecer de un momento a otro. El camarero, viéndome algo nervioso, intentaba animarme.
-Eh, tranquilo compadre, Amara no rechaza a ninguno.
Me guiñó un ojo totalmente convencido de que eso me haría sentir mejor.
-¿Se llama así, realmente?
-La verdad, no sé su nombre, solo sé que la llaman Amara porque significa "paraíso, siempre bella", y bueno, el nombre le viene como anillo al dedo, como has podido comprobar.
No podía estar más de acuerdo. Amara era la chica más bella que jamás pude observar en lo que llevaba de vida, que no era mucho, pero tampoco era para tomarme a risa. Tenía curvas perfectas, ojos grandes y brillantes, que sabían decirte lo que querían con solo una mirada. Podían mostrarse ardientes y apasionados, o juguetones y evasivos...incluso a veces me había parecido observar un atisbo de tristeza en esos ojos que atrapaban mi mirada como si de un imán para ella se tratase. En estos pensamientos andaba cuando, de repente, las luces se apagaron, aparecieron focos violetas y rosas y empezó a sonar una música que incitaba a... bueno, para qué dar más detalles... Tras la barra, caminando por una tarima que hacía las veces de pasarela, ahí estaba ella, ataviada únicamente con lencería negra y unas plumas rosas que llevaba a modo de bufanda. Cuando llegó al centro, a la barra, su mejor amiga en ese antro de mala muerte, se aferró a ella como quien se aferra a un clavo ardiendo y se puso a bailar para todos aquellos cerdos que sudaban deseando poseerla con violencia, sin sospechar siquiera, que aquí, entre bastidores, había un pequeño admirador que soñaba con acariciar su piel despacio, sin prisas, besar su frente, que no sus labios, y abrazarla fuerte, sin necesidad de poseerla, porque no sospechaba que alguien que estuviese allí, viéndola bailar, no la deseaba, sino que la amaba con todo su corazón.
Me acerqué y la observé con detenimiento. Cada movimiento de sus caderas, cada contorsión de su cuerpo hacía que me temblaran las rodillas. Miraba con desprecio a los bárbaros que desde abajo le hacían comentarios o gestos obscenos, y en uno de sus giros espectaculares estaba cuando su mirada se cruzó con la mía, ni ansiosa, ni lasciva, ni denigrante… la mía era una mirada enamorada. La sorpresa cruzó su rostro, y sin dejar de bailar, se acercó y se puso de rodillas ante mí, y aparentando un baile sensual me puso sus plumas alrededor del cuello para acercarme a ella y susurrar en mi oído
-Quiero pasar la noche contigo… - Y con las mismas que se acercó, se alejó sin dejar de bailar y haciendo caso omiso de las quejas de los envidiosos que se morían por un trato especial como aquel.
¿Qué hacer ahora? Miré mi cartera… acababa de cobrar… si pagaba lo que costaba una noche con Amara las pasaría canutas para llegar a fin de mes… Bah, qué diablos… no tendría otra oportunidad como aquella. Pedí otro whisky doble y me senté a esperar, sin quitarle a ella los ojos de encima. Al rato cesó la música y las chicas del club salieron a lucirse. Mientras cada uno iba a la que más le gustaba, Amara se acercó a la barra y pidió tequila, se bebió su vaso de un trago y me miró sensual, provocativa, esperando provocar en mí…bueno, no sé qué esperaba, de lo que estoy seguro es que no esperaba provocarme un tartamudeo estúpido ni un temblor en las manos cuando fui a sacar la cartera, no muy seguro de lo que debía hacer. Ella rió.
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