martes, 15 de junio de 2010

A. II

-Eh, para vaquero, eso luego. Primero, te toca disfrutar.

Me sonrió y me cogió de la mano llevándome a una de las habitaciones de detrás… Miré a mi espalda y solo vi al camarero que me guiñaba un ojo con el pulgar en alza.

-Bueno, este es el dormitorio… bonito, ¿eh?

Y tanto. Me detuve a mirar la decoración: era oscuro, muebles negros, brillantes, con cortinas azules y una gran lámpara de lava del mismo azul eléctrico. La cama, situada en el centro, era enorme, con un edredón a juego con los muebles adornado con motivos dorados. Ella se sentó en esa cama y me hizo señas para acercarme, y eso hice. En cuanto me acerqué tiró de mi chaqueta, quedando yo reclinado sobre ella, muy cerca de sus labios, los cuales, húmedos, me pedían a gritos un mordisco. Se me adelantó. Amara mordió mi labio y como un resorte mis manos saltaron a explorar su cuerpo, despojándola de la poca ropa que llevaba mientras ella hacía lo mismo con la mía. Empecé a besarla, saboreando cada recodo de su piel que tenía a mano…Sabía a gloria. Mientras, mis dedos se deslizaban, apenas rozando con la yema, por sus curvas majestuosas, sus secretos más profundos, que se iban revelando a mí uno a uno, dejándome saber cómo hacer disfrutar a la mujer de mis sueños. La amé durante toda la noche. Hay quien me dice que la follé, pero no, yo la amé, los movimientos eran salvajes, excitantes, pero teñidos siempre con un matiz de ternura que se percibía perfectamente, por lo que Amara no se sorprendió de que al terminar, en vez de dejar el dinero y huir como hacen todos, yo me quedase abrazado a ella, acariciando su pelo y besando su frente, susurrándole lo perfecta que había estado.

-En serio Amara, jamás lo hice con alguien como tú, eres increíble, sabes cómo actuar en cada momento…yo…

-Shhh, tigre, no es para tanto. Me vas a sonrojar, no suelen felicitarme por mi trabajo.- esbozó una triste sonrisa acurrucada en mi pecho.

-Pues vaya clientes desagradecidos tienes.

-Ya, gajes del oficio, pequeño. Soy una puta, no una cocinera.

- Tú no eres ninguna puta.- Espeté.

Amara se enderezó para mirarme a la cara curiosa.

-Entonces, ¿qué soy?, según tú, claro.

-Eres… la amante más bella, sensual, cálida y especial que nadie puede tener jamás.- Ella estalló en una carcajada irónica.

-Amante, puta… es como decir técnico de la industria maderera, y leñador.

- No, no…no me entiendes… sin ser puta, serías todo lo que he dicho antes. Yo… pienso que te mereces una vida más digna, un trabajo donde se te respete.

-Yo no merezco nada de eso, hay personas más buenas que yo, que ocupan esos puestos que tú deseas para mí. No te esfuerces tigre, pero gracias, significa mucho para mí que alguien piense que valgo para algo más que esto…- se levantó y me dio un último beso que me supo a lágrimas, y sin mirarme una última vez se vistió y se dirigió a la puerta. La llamé.

-¡Amara! No te he pagado…

Ella sonrió de nuevo, y sin girarse susurró.

-Créeme que sí…- Y salió por la puerta, dejándome solo con mis pensamientos.

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