Un mar de gente me atosigaba bailando a mi alrededor, comprimiéndose y rozándose sin pudor alguno. Puse los ojos en blanco sin saber cómo me habían convencido para ir a un sitio como ese. No es mi estilo en absoluto. Busqué con la mirada a Jonás que ya había encontrado a una despampanante rubia de interesantes curvas que desde luego parecía ser una compañía más divertida que yo. Me abrí paso hasta la barra e intenté llamar la atención de la camarera, que se encontraba de espaldas.
Empezaba a pensar que la camarera me ignoraba, cuando otra chica se sentó a mi lado y la llamó, haciendo que se girase automáticamente y le ofreciese una copa con una sonrisa radiante. Observé a ambas con atención:
La camarera era alta y algo pálida, pero no tenía una palidez desagradable, más bien una palidez atractiva que hacía muy buen contraste con su pelo negro, ojos azules y labios de un color rojo intenso.
La chica que estaba a mi lado estaba algo más bronceada, pero no mucho. Su pelo era castaño claro y caía en cascada hasta el final de su espalda, a diferencia del de la camarera que era una media melena. Esperé a que se girase y aprecié que sus ojos eran de un verde intenso y tenía labios carnosos, parecían realmente apetecibles.
Solté un bufido y miré con el ceño fruncido a la camarera. Ésta me miró y levantó una ceja extrañada.
-¿Qué se te ha roto?
-A mí no se me ha roto nada, pero a ti se te han caído las bragas. ¿Qué pasa, que solo atiendes a tías buenas?- Observé por el rabillo del ojo como la chica castaña se reía tímidamente y negaba con la cabeza, agarrándome del brazo.
- No te lo tomes a mal, tengo enchufe, soy su hermana. – La miré parpadeando y me eché a reír.
-Claro, es verdad, sois tan parecidas…
- No estoy por la labor de contarte mi vida, la verdad. – La morena me miraba con cara de muy malas pulgas y a mí algo me dio un salto en el estómago, haciéndome sonreír. - ¿Pero de que te ríes?
- No, nada… Bueno, ¿me pones una copa, ahora que he atraído tu atención?
- ¿Tienes dinero para pagarla?
- Daba por hecho que me invitarías para compensar que antes me has ignorado.
-Mal hecho, deberías compensarme tú por ser tan indiscreto.
- ¡Entonces estáis en paz! – La hermana de la camarera decidió terciar entre ambos y con una sonrisa cogió la botella que antes le ofreció su hermana, sirviendo tres chupitos.- ¡A esta invito yo!
Y de un trago apuramos el vaso, la camarera con más entereza que yo, he de admitirlo. Me incliné sobre la barra y dije al oído de la morena.
-¿Querrías seguir la fiesta luego, cuando acabe tu turno? – Ella se rió y yo supuse que había tenido éxito. Pegó los labios a mi oído haciéndome estremecer y se hizo oír sobre la música aunque sin gritar.
-Que no acertases con este momento concreto en el que servía a mi hermana no quiere decir que no acertases en lo demás.- Volvió a rellenar mi vaso y a reírse y yo volví a vaciarlo de un trago. Decididamente ese sitio no era para mí.
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