El infierno
nunca estuvo tan cerca como en este momento, pues puedo sentir las brasas
reposando en mis entrañas, quemándome muy dentro. Puedo sentir
el fuego azotando mis heridas, como la cola de un látigo empuñado por el
demonio más ruin.
Puedo sentir
la vida alejándose de mí.
Pero ante
todo, más que nunca, puedo ver cómo te alejas, cómo mi alma se queda sin la
tuya, cómo se va sin decir adiós.
Y el
infierno, pese a todo, no parece un lugar tan malo; pues los sueños en los que
aún te tengo son una tortura mil veces mayor.
No sabría
definir cómo se rompe un corazón, pero sí sé que el mío ha estallado esta noche
en mil pedazos que se han incrustado en mi interior.
Porque las
calles nunca estuvieron tan mudas, ni mis mejillas tan mojadas, ni mis manos
tan desnudas, ni mi alma tan gastada.
El brillo de
la luna nunca pareció apagarse, nuestra historia nunca creyó acabarse, ni mi
corazón decidió pararse.
No tanto
como hoy.
Y por esto,
y mil razones más, nunca estuve tan segura del principio del fin,
De que ya no
habrá caminos que me lleven hasta ti.
Nunca estuve
tan segura de algo, excepto al conocerte;
Aquel día en
que, egoísta, decidí pertenecerte.
Y hoy, con
el corazón plasmado en esta hoja de papel,
Te confieso
tener, tan solo, en mi vida dos certezas:
Que a por ti no volveré, y que te amaré hasta que me muera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario