jueves, 12 de noviembre de 2009

Forget me not.


Alcé la cabeza, y observé que todos se levantaban, acercándose a la zanja en cuyo interior ya descansaba el ataúd con el cuerpo de Julia. Me acerqué despacio, observando las caras de cuantos me rodeaban. Unos lloraban, otros mantenían el semblante serio por respeto, su madre estaba demacrada, como yo. Pero había una diferencia: yo podía mantenerme en pie, porque su sombra, aquella que me había hablado, me mantenía de una pieza, me agarraba por la cintura, como ella solía hacer. Su madre, sin embargo, se desmayó.
Su marido y sus hijos la llevaron al coche intentando no estorbar, y yo seguí mi camino hacia el borde de la tumba de mi Julia. Todo el mundo había depositado sobre el ataúd flores blancas, yo, sin embargo, ya tenía preparado algo que sabía que le gustaría. Me saqué del bolsillo interior unos cuantos Nomeolvides, sus flores favoritas, y las lancé sobre las demás, rompiendo ese orden tan monocromático que Julia odiaría, dándole un toque de color a ese día gris, por no decir negro como el azabache. Me agaché y cogí un puñado de tierra, echándolo sobre las flores, y me volví, sin poder soportar ver cómo el enterrador continuaba lo que yo había empezado. Me senté en una de las sillas a llorar, a dar rienda suelta a la angustia que llevaba dentro. Sentía como brazos desconocidos, y no tan desconocidos venían a estrecharme, murmurando palabras de consuelo… y de despedida. Poco a poco el cementerio se fue vaciando, y me quedé solo. Me acerqué a la lápida de mármol que habían colocado mientras yo me revolcaba en mi agonía, y me senté a su lado, respirando todo el aire que cabía en mis pulmones…no pude, un sollozo volvió a sonar en mi garganta y rodeé mis rodillas con los brazos. Tragué saliva y ahogándome en mis propias lágrimas no pude contener un reproche.
-¡¿Por qué?!... ¿Por qué me has dejado solo?... ¿Por qué me lo das TODO, y luego me lo quitas, pretendiendo que sea feliz sin ti?-
De repente, el viento sopló más fuerte, haciendo ondear los lazos de las coronas de flores, y haciendo caer algunas hojas de los árboles. Una cayó en la lápida, seguí su trayectoria, parpadeé un segundo, justo cuando la hoja tocaba el mármol blanco, y cuando abrí los ojos, en la superficie nacarada no había más que un Nomeolvides solitario, común, pero que irradiaba consuelo, disculpa, pena, añoranza…Me sequé las lágrimas en la manga y lo cogí, haciéndolo girar entre mis dedos. En estas circunstancias estaba cuando alguien interrumpió el hilo de mis pensamientos.
-Eh… joven, sé que es duro separarse, pero tengo que cerrar.- El guarda del cementerio me miraba con auténtica lástima, tanta que juraría que si se lo pidiese, me dejaría pasar la noche allí. La idea me pareció tentadora unos minutos, pero algo en mis dedos latió con fuerza: el Nomeolvides. Era una señal, supongo.
-Está bien señor, gracias por dejarme solo un rato.- le sonreí forzadamente y le di una propina. Con la flor en el bolsillo y su recuerdo en el corazón, me dirigí a casa, a nuestra casa, ahora vacía, sin su presencia, su perfume, su alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario