-Pensé que solo el sol sabría iluminar mi vida,
Pensé que lo único que necesitaba para vivir era agua, comida, y oxígeno para respirar. ¡Qué ingenuidad! Ahora tú me faltas y nada tengo, nada valgo.
Te fuiste y aquí me quedo, consumido por la pena, envuelto en la rabia de no haberme ido contigo, de haberte perdido en el momento en que más te necesitaba. ¿Cómo has podido terminar tu vida en mis brazos? Ha sido tan duro amarte y acto seguido notar que ya no estabas… Dime qué he de hacer ahora, cómo he de vivir si aún me quema el recuerdo de tu última sonrisa. Esa última sonrisa, que esperanzado me digo que la esbozaste por mí, pero ya no lo podré saber nunca, porque no te despediste. Había tantas cosas que quería preguntarte, tantas que necesitaba decirte…Julia, yo…-
La voz se me rompía, no era capaz de terminar, los ojos se me empañaban, y el texto que tenía en mis manos se emborronaba, tanto por mis lágrimas como por la lluvia. Me daba igual, me lo sabía de memoria, yo lo había escrito para ella, y ahora por ese nudo que obstruía mi garganta era incapaz de decirle todo lo que necesitaba. Sentí como me apartaban con delicadeza de su lado, me revolví y arrodillándome junto al ataúd le susurré lo que en público no fui capaz, entre lágrimas, porque ante ella no me importaba llorar.
- Julia, yo te amo, te amé y te amaré para siempre, siento no habértelo dicho tantas veces como te hubiese gustado, pero lo sentía, te juro que lo sentía, y espero y deseo con todo mi corazón que tú lo sepas, que allá donde estés sepas que tú eras mi vida entera, y que con tu marcha todo ha perdido su sentido para mí…Julia…Julia…-
-Mario, deja de llorar, levanta, y vive por mí, sueña por mí, sé feliz por mí. Sé que podrás hacerlo…-
No sabía quién estaba hablándome, miré a un lado y a otro, y solo vi a la multitud observándome con cara de lástima. Juraría que era su voz, pero era imposible, Julia se había ido…Volvieron a cogerme entre dos personas que no reconocí, aprovechando que me había calmado, y me senté con la cabeza entre las manos, volviendo a dar rienda suelta al llanto. Era tan duro volver a oír su voz… ¿Cómo pretendía que fuese feliz si no la tenía a ella? Eso es imposible.
Pero me lo había pedido… ella, en el fondo de mi corazón lo sabía, Julia me había pedido que fuese feliz, y el día que accedió a amarme le prometí concederle cualquier cosa que me pidiese, por tanto recomenzaré mi camino, mi camino sin ella, pero con el mismo destino: la felicidad.
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