miércoles, 29 de febrero de 2012

Herida por necesidad.


Sentía su aliento en mi nuca, deslizándose hasta mi cuello junto con sus labios. Sus manos exploraban impacientes la piel de mis caderas y me hacía dar la vuelta para poder fundir nuestros labios. Mi lengua hacía tímidos amagos de hacerse paso entre sus dientes, hasta que la suya la atrapó en un juego intenso.

Buscaba la manera de quitarme la ropa sin dejar de besarme. Buscaba la forma de besarme sin tener que mirarme a los ojos. Mordí con algo de fuerza su labio inferior sintiendo el dolor en mi pecho, pero pensó que se trataba de un juego más y me sonrió con picardía, volviendo a ocultar su cara en mi cuello. Las lágrimas caían por mis mejillas y yo intentaba contener los sollozos que pujaban por salir de mi garganta al sentirme tan sucia. Agarraba mis manos y las dirigía a su antojo para su propio placer. Sus jadeos se escuchaban por encima de mis leves quejidos que se me escapaban, ya que el nudo en mi garganta empezaba a quemarme como hierro candente.

De repente sonó el teléfono y se levantó. Me di la vuelta para que no pudiese ver mis lágrimas, aunque no estaba segura de que realmente le importasen.

- Sí mi amor, es que me he entretenido haciendo unas gestiones. Sí. No, no te preocupes, no hace falta que vengas, ya voy a buscarte, ¿vale? Un beso, te quiero.

Se vistió rápidamente y se acercó buscando un beso, pero yo no quería darme la vuelta, aún no había conseguido dejar de llorar. Me dio un beso en la coronilla y se fue. Seguí llorando sobre mi almohada, dejé que la tela de ésta se empapara hasta que me pudo el agotamiento y me quedé dormida. No sé cuánto tiempo estuve durmiendo, pero cuando me desperté le encontré a los pies de mi cama, como un ovillo, durmiendo también. En sus manos había un papel bien doblado, lo cogí y lo leí.

Aunque no lo creas te necesito. Te necesito tanto como tú a mí. Te quiero, al igual que sé que tú me quieres. No te merezco y la vida que llevamos solo puede hacerte daño pero soy lo suficientemente egoísta para recordarte que por ti miento, por ti engaño, por ti hiero… Por ti todo. Dame tiempo, solo si puedes. Te quiero.

Tomé aire. Sonreí. Escribí una breve respuesta y me levanté para vestirme. Miré una última vez a la persona que me hacía reír, que me hacía llorar, que me hizo soñar… Soñar con aquello que no podía tener. Me acerqué y dejé la mitad del precio de la habitación sobre la mesilla antes de salir, dando un portazo tan fuerte que se despertó casi al instante.

Me hubiese gustado ver su cara de confusión al no verme allí pero, sobre todo, me habría encantado ver su decepción al leer bajo su romántico párrafo de galanterías:

No te creo. No te necesito. Es cierto, hieres. Me hieres. Pero nunca más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario