viernes, 17 de febrero de 2012

¿Un nuevo amigo?



Alguien me golpeó y me incorporé como con un resorte, en guardia para machacar a quien fuera, pero cuando conseguí separar los párpados vi a Jeremy haciéndome señas para que me callase y señalando al exterior de la tienda. Me concentré para escuchar y a mis oídos llegó un sonido extraño que no supe identificar, como el olfateo de un animal. Jer se acercó a la entrada y quiso abrir la cremallera de la tienda pero me lancé hacia él para impedirlo. Debí darle un codazo en alguna zona sensible, porque soltó un grito ahogado y de repente los sonidos cesaron. Miré a mi hermano y no pude evitar reírme, estaba revolcándose en el suelo de la tienda con las manos en la entrepierna.

-Pedazo de hijo de…

-¡Ah, ah, ah! No irás a insultar a mamá, ¿verdad? – Se le habían saltado las lágrimas y estaba rojo como un tomate. Yo no podía parar de reír.

-Vete a la mierda. ¡Uf! –Se acercó de nuevo a la entrada de la tienda, con cautela, y abrió la cremallera para que pasara un poco el aire. La sonrisa se borró de mis labios. Los ruidos habían cesado pero la criatura que los emitía seguía allí. Mis ojos se encontraron con otros, más viejos, más sabios, más profundos. Eran unos ojos ambarinos que me miraban con fijeza. Los ojos de un lobo. Un lobo enorme. Oí a Jer respirar con dificultad a mi lado.

- No-te-muevas.

- Tampoco pensaba bailarle hip-hop.- Puse los ojos en blanco. Vaya momento para bromas. Intenté tirar de la camiseta de Jeremy y atraerlo hacia atrás muy despacio, pero el lobo se movió, acercándose a ambos. Tragué saliva.

-Joder, joder, joder.

- Dios quiera que no tenga hambre, Mike. – Recé interiormente para que se cumpliera la predicción de mi hermano mientras observaba cómo el lobo se acercaba más y más, hasta quedar a pocos milímetros de la cara de mi hermano. Tomé aire y tiré de su camiseta bruscamente, colocándome entre él y el animal.

- Jer vete corriendo. ¡YA! – Jeremy se levantó dispuesto a echar a correr pero en una décima de segundo el animal le había cortado el paso, mirándole impasible. Me levanté también y busqué en el suelo algún palo o algo para ahuyentarlo, pero cuando alcé la mirada esos ojos ambarinos estaban justo frente a los míos. Me resultaban vagamente familiares y, lo peor de todo, me inspiraban confianza. Cuando quise darme cuenta, mi mano se movía por sí sola. Estaba avanzando muy despacio hacia el pelaje del misterioso lobo, hasta hundirse en él.

-Magnífico, ahora eres el encantador de perros. – Mi hermano me miraba con el ceño fruncido pero visiblemente más aliviado. Sonreí. El pelaje del animal era suave y de un color marrón oscuro, que iba aclarándose conforme llegaba al lomo. Acercó su hocico a mi mejilla y la acarició con él.

-Parece que sí que voy a tener poderes con los animales… - Y como si quisiera castigarme por mi prepotencia, el lobo se apartó e incluso me pareció ver que negaba con la cabeza. Se acercó a Jer y restregó su cabeza contra la pernera de su pantalón, como si de un perro fiel se tratase. Él y yo nos miramos y al volver la mirada a nuestro nuevo amigo me di cuenta de algo.

-¡Hostias! ¡Es una loba!

-¡Eh! Que esto es normal en los animales, ¡no es que busquen sexo, enfermo! –El animal hizo un sonido estrangulado que perfectamente podría haber sido una risa, como si lo hubiese entendido. Sacudí la cabeza e ignorando ese detalle me acerqué para darle una colleja a Jeremy.

-Imbécil, que es hembra.

-¡Oh! Entiendo… -Se agachó y acarició a la loba tras las orejas- ¿Te quieres quedar con nosotros, pequeña? – Susurró.

-¿Estás de coña? ¿Un lobo? Tiene que haber alguna ley que impida que vayas al bosque y adoptes animales como si fueras Blancanieves. – Él se levantó para replicarme y fue un visto y no visto, sentimos una ráfaga de aire y la loba había desaparecido. Jeremy resopló.

-¿Qué tendrá este bosque que, cada vez que discutimos por una mujer, ésta desaparece? – Me limité a darle otra colleja y volví a la tienda, no sin preguntarme también, qué diablos tendría ese bosque.

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