lunes, 20 de enero de 2014

Listen to your heart.

PupumPupumPupum. Pupum. Pupumpupum. Pupum.

—¿Estás bien? Tienes mala cara. — PupumPupumPupum. Sonreí con cierto esfuerzo y negué con la cabeza.

—Estoy perfectamente. Serán imaginaciones tuyas. — De nuevo una sonrisa. PupumPupumPupum. Sus ojos se agitaban nerviosamente registrando mi rostro en busca de algún signo de debilidad. No lo encontró. PupumPupum. Seguí caminando con la intención de escapar a su incisivo interrogatorio. No solo podía oírlo, podía sentirlo. Podía notar cada latido irregular que acosaba mi pecho bajo la piel.

—¡Quiero que me lo digas! —Insistió ella, imprimiendo un tono en su voz que rayaba lo infantil. Corrió para cortarme el paso y colocarse frente a mí con los brazos en jarra. PupumPupumPupumPupum. Estaba tan cerca de mi rostro que podía percibir el aroma de ese estúpido chicle con sabor a fresa poco duradero que le gustaba mascar. — ¡¿En qué piensas?! Soy tu amiga, puedes contármelo.

—Solo tengo sueño, no es nada en especial. Ya sabes cómo me pongo cuando no duermo. —Su argéntea mirada se clavó en mí con escepticismo por última vez. Luego, pareció darse por vencido aunque, por si acaso, oprimió mi cintura con un fuerte abrazo. Pumpumpumpumpumpumpumpum. 

—Está bieeeen. Vamos. —Tiró de mí para que siguiéramos caminando y me soltó para echar a correr. Llegó a su portal en apenas un par de minutos. Mientras, mi pecho seguía amenazando con abrirse de par en par para dejar respirar a mi alborotado corazón.

Cuando llegué, poco después que ella, la encontré manchando el cristal de la puerta con vaho y dibujando en él algo que, si le echabas imaginación, podría ser un perro. Saqué sus llaves de mi bolsillo, a ella no le gustaba que sus bolsillos quedaran abultados. Abrió la puerta con algo de prisa, impulsada por el frío que comenzaba a azotar la calle. Me quedé inmóvil, con la vista fija en su espalda, y ella se dio la vuelta con aire confuso.

—¿No vas a entrar? —Pupum. PupumPupum. Pum. Pum. Negué con la cabeza.— ¡¿Por qué?!

—Ya te lo he dicho, me muero de sueño… —Definitivamente no se creía ni una palabra, pero no quiso ahondar más en el asunto. Suspiró y volvió a abrazarme. PumPumPupumPupumPumPumPupumPumPum. Empezaba a faltarme el aire.

Me aparté rápidamente y le dediqué la más sincera de mis sonrisas. Agité la mano en señal de despedida y comencé a andar de espaldas hasta que ella se hubo despedido y perdido tras la puerta, entonces me di la vuelta y aceleré el ritmo. Pupum. Pupumpupum. Pupumpupumpupum. Presioné la palma de mi mano en el lado izquierdo de mi pecho.

— ¡Oiga! —Di un respingo y luego me giré ante la llamada de atención de un desconocido. Pupum… Pum. Tumbado en el hueco entre dos contenedores, un hombre desarrapado me dedicaba una sonrisa lastimera por encima de unas raídas mantas.— ¡Lo escucho desde aquí!

—¿El qué? —Le pregunté, ralentizando el paso sin llegar a detenerme. Pupum...

—Su corazón roto. —Pum. Entonces me detuve. Y aún sigo allí.



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